Shiroi yasumi no basho

Blanco lugar de descanso: Sección de cuentos y sueños. No todos son míos por cierto.

viernes, agosto 17, 2001

La prenda en la mochila (incompleto)

- Ahí
- ¿Dónde? – pregunté.
- Ahí
- Julián, ¿Qué estoy buscando? – empezaba a sentirme muy tonto.
- Ahí Carlos, ahí, sobre tu cabeza, junto a la pelota...
- Junto a la...
Encontré lo que buscaba, extendí la mano, había una prenda íntima de mujer junto a la pelota de tenis que Julián señalaba. La tomé con una mano, eran unas bragas blancas.
- Bragas... ¿de quién son?
- La pregunta ineludible, ¿A quién has dejado ir sin nada bajo la falda?
- ¿Y se fue en falda? – exclamé.
- Minifalda.
- Veeerde. Bueno, pero, ¿de quién son?
- Uhm... de Natalia.
- De Natalia... ah, qué mujer es Natalia. – dije. La había visto una que otra vez.
- Así es.
Me senté nuevamente junto a Julián, con las bragas entre las manos.
- Oye... y crees que yo...
- No Carlos, eso no es algo que se crea, está programado, me lo ha pedido Natalia, los tres en una noche de lluvia.
- ¡Julián!. - exclamé con una sonrisa. Abracé a Julián por el cuello y le di un pequeño beso en los labios. - ¿Cuando?
- Bueno, ha estado lloviendo, así que cualquier noche nos parece buena y sino, volveremos al día siguiente. Pero por ahora lo tenemos planeado para el Jueves en la noche.
Miraba a Julián con los ojos rebozando de gusto.
- ¡Hoy es Martes! ¡Poca madre!... cuéntame, como es Natalia...
- Bueno ya la has visto, pero además, su pelo huele a uno de eso shampoos de frutas, y su piel se siente limpia, suave, perfecta.
- ¡No mames! ¡Que ilusión, que poca madre!
- Es toda una experiencia.
Me aparté de Julián y me puso a estudiar detenidamente las bragas blancas. Julián se levantó del sofá y caminó hacia el refrigerador, lo abrió y empezó a hurgar desinteresadamente en el interior. Sacó un jugo de manzana y empezó a beber del bote.
- Oye Julián...
- ¿Qué onda?
- ¿Cómo es su orgasmo?
- Mmmh, eso no te lo voy a decir, vas a tener que esperar hasta que te la cojas. Bueno, hasta que nos la cojamos y nos coja y nos cojamos, etc. Qué complicaciones las nuestras.
- ¡Dime güey!
- No güey, ni una palabra, no sabrás nada de su orgasmo o de cómo gime o de cómo reacciona a caricias, bla, bla, bla, ¡Hasta que sea Jueves!
- ¡Ahh!, pues entonces ya me voy, cabrón.
- Órale pues, güey, ni quien te quiera por aquí.
- Simón, nos vemos mañana en foto.
- Chido.
Salí del departamento de Julián y las calles olían a lluvia de la noche anterior. Aspiré profundamente. Intentando absorber todo lo que pudiera del olor a humedad en el aire, a humedad fresca de lluvia, quería impregnármelo en las fosas y que me acompañara todo el día con cada respiración. Pero eventualmente ya no me olía a nada y tuve que irme. Llegada la noche, no pude dormir bien, no podía sacarme de la cabeza a Natalia, a quien sólo había visto algunas veces por el campus. Su piel era muy blanca y su cabello era castaño claro y lo usaba a los hombros, un poco ondulado. Siempre usaba faldas de colegiala y una de esas pesadas chamarras sintéticas para el frío. Era muy bonita, de nariz respingona y ojos café claro. Piernas sedosas, pero no podía decir mucho más de ella, no la veía mucho y no me había fijado especialmente, excepto por las faldas, la hacían verse como niña, una niña precoz; qué pensamiento tan excitante.
A la mañana siguiente me di cuenta de que mi clase de Guionismo era con Natalia. No lo había notado a lo largo de todo el semestre; no había trabajado con ella y ella en general no se hacía notar. Me sorprendí bastante al verla entrar al salón de clase, con una de sus típicas faldas tableadas y una chamarra ligera negra, bajo la cuál traía una camiseta de la escuela, como a manera de uniforme. Caminó por el salón y se sentó junto a mí, mi silla estaba una fila antes de la pared a mi izquierda, ella se sentó en la banca que estaba contra la pared. Pasó sin mirarme siquiera, o al menos eso me pareció. La clase transcurría normalmente, el profesor se veía animado y todos participaban activamente como si estuviéramos aprendiendo algo fascinante y útil. De repente, anunció un trabajo de parejas. Miré a mi izquierda, Natalia tomaba algunos apuntes.
- ¿Tienes equipo?
Levantó la mirada absorta en otro asunto.
- Soy contigo – dijo, y volvió a su tarea.
Moví mi banca para contraponer las paletas, tuve que ponerla justo frente a la suya pues ella seguía encomendada a sus anotaciones. El profesor asignó una tarea, saque mi libro y empecé a hacerla solo ya que Natalia mostraba toda la indiferencia del mundo. No lo noté, pero mientras estaba pasando datos del libro a mis apuntes, Natalia levantó la mirada una vez más, pero ésta vez sus ojos café claro de quedaron clavados en mí y me recorrieron por largo rato. Volvió a sus apuntes. De repente me extendió su brazo derecho, me tomó de la nuca y acercó nuestras cabezas de manera que sus labios quedaron en mi oreja.
- Oye Carlos. ¿Tu gimes cuando te acarician?
- ¿Perdón?
- O déjame ver.
En ese momento sentí los labios de Natalia besarme el cuello, y luego su lengua empezó a recorrerlo. Mi confusión inicial fue aplastada por la provocación, sentí mi entre pierna reaccionar. La lengua de Natalia no se detenía, y mi respiración empezaba a agitarse, mi cuello era la parte más erógena de mi cuerpo. Entonces me mordió tan sólo con los labios y dejé escapar un suspiro que se convirtió en gemido imperceptible excepto para ella. Se detuvo.
- Así que sí gimes...
Se separó un poco de mí y me miró a los ojos. Sonrió y volvió a acercarse.
- Quiero verte en la biblioteca a las doce, atrás del último librero del segundo piso. Ahora sigue trabajando.
No añadí nada, mi mente se bloqueó y quedó útil sólo para terminar el trabajo. Ella volvió a sus anotaciones. Así transcurrió la clase, y en el preciso momento en que fue hora de irse, Natalia se levantó y se fue, incluso antes de que hubiera terminado y entregado el trabajo que supuestamente hacíamos en pareja.
Mis clases continuaron con un tedio añadido, y el bloqueo que sentí después de que Natalia me provocara tan abruptamente, se prolongó indefinidamente, no pensaba en ella ni en Julián ni en el jueves, ni en nada excepto lo que tenía que hacer.
Sin embargo, dieron las doce del día y estaba entrando a la biblioteca. Subí un piso y empecé a buscar a Natalia. Pasando por el pasillo principal, viendo entre los libreros, hasta llegar al último, donde ella estaba,