Shiroi yasumi no basho

Blanco lugar de descanso: Sección de cuentos y sueños. No todos son míos por cierto.

jueves, septiembre 02, 1999

Niza

Caminé sin rumbo por un momento, sentí un increíble y extraño vacío dentro de mí, en realidad no lo entendía y eso hacía que se sintiera todavía más grande.
Era la una de la mañana y todo el mundo había dejado el parque en la más abrumadora de las soledades, era algo muy extraño ver aquél parque de San Carlos tan solitario y despoblado, tan muerto y obscuro. Sin embargo sentía que algo quedaba, en algún lugar; tan sólo un alma, como si me llamara, como si estuviera ahí, tal vez detrás mío, tal vez delante, en algún lado, tal vez en todos, pero algo estaba allí, podía sentirlo muy claramente. Repentinamente escuché un sonido, algo irreconocible pero perceptible. Me detuve instantáneamente y agudicé el oído, todo lo que podía oír eran autos en la lejanía, camiones, una ambulancia, perros, grillos, nada, tal vez basura ligera siendo arrastrada por el viento, pero nada que fuera acción de una persona en realidad humana en todo el parque, en toda la cuadra.
Caminé hacia una banca y me senté sobre el respaldo, sentía que si alguien aún estaba en el parque, aparecería eventualmente si esperaba un poco más. Nada sucedió, miraba la luna de color amarillo y me preguntaba que podía haber sido lo que sentí hace tan sólo unos momentos, o si tal vez me estaba volviendo loco al venir a un parque despoblado a la una de la mañana. Bajé el rostro y frente a mí, apareció un rostro de facciones delicadas y hermosos y profundos ojos azules y labios, rojos como la sangre y la piel blanca. El sobresalto de ver a aquella mujer salida de la nada me heló la sangre y me hizo perder el equilibrio. Caí hacia atrás con los ojos abiertos a más no poder y me incorporé rápidamente, sólo para ver nuevemente frente a mí a la hermosa y blanca mujer de los labios de carmín, de cabello negro, lacio y largo. Me miró por un momento y permaneció sin hablar una sola palabra.
- ¿Quién eres? - Pregunté con la voz entrecortada
- Nadie
Titubeé por un momento.
- ¿Cuál es tu nombre?
- ¿Cuál es el tuyo?
- Jorge
- ¿Y qué significa eso para mí?
No sabía que contestar. Me tomó un momento caer en cuenta de que tenía razón, aún así, no sabía que hacer, nada parecía algo lógico por hacer.
- ¿Qué haces aquí? - Inquirí por fin
- Lo mismo que tú, creo…
- Yo… no sé… no sé por qué, pero sentí que debía venir…
- Lo sé.
Fue entonces cuando miré bien a quién había aparecido de la nada frente a mí. Era una adolescente de unos dieciséis años, de abultados senos y delgadas piernas, vestida con una camisa negra y una falda muy corta, roja como sus propios labios. Entonces tomé atención nuevamente a lo que había dicho.
- ¿Cómo que lo sabes? ¿Fuiste tú la que me llamaste?
- Tal vez… es sólo que me sentía muy sola y vine, luego deseé con todas mis fuerzas que alguien apareciera para hacerme compañía. Tenía ganas de un cuerpo masculino.
Repentinamente las palabras ya no me sonaron.
- ¿Perdón?
- Oh, no te retractes ahora Jorge, has venido hasta aquí para saber quién te había llamado. Pues he sido yo. Te desee, y aquí estás.
Me quedé sin palabras. Empecé a sentir que esto tenía menos sentido de lo que creía.
- ¿Qué es lo que quieres de mí?
La joven sonrió y me miró fijamente.
- Te quiero a Ti Jorge... quiero hacerte el amor.
Repentinamente se me fueron las palabras completamente, no tenía aliento o ideas, toda mi mente se detuvo. Ella rió un momento. Estaba a punto de hablar nuevamente cuando me metió la lengua entre los labios y me besó por largo rato. No sabía lo que hacía, de hecho no sabía nada, tan sólo estaba dejándola volverse loca, ya que apenas puede responder al beso.
- ¿Qué pasa Jorge? Pareces muerto ¿No me deseas acaso?
No dije nada, no era capaz de razonar lo suficiente para respirar y hablar al mismo tiempo, entonces se desabrochó la camisa completamente, sin embargo no la abrió, se acercó y me besó nuevamente, como si todo hubiera sido un incentivo, un pedazo de propaganda. Decidí que no tenía sentido haber salido a ésta hora de la noche sólo para regresar a casa con una desvelada: le respondí el beso. Tímidamente levanté mi mano y con los dedos retiré levemente la camisa de la joven. Ella continuaba besándome con los brazos al rededor mío. Comencé a meter mi mano en su camisa en busca de su seno. Mi mano avanzó entre la tela, hasta que repentinamente, toqué tela nuevamente. La sangre se me heló y mi cuerpo con ella. Ella retiró sus brazos de alrededor de mi cuello y se alejó unos centímetros. Bajé la vista inmediatamente. Mi mano sí había alcanzado su seno… y había pasado a través, podía ver su seno, más no mis dedos, sin embargo sentía la tela del otro lado de la camisa. No podía moverme, me había paralizado el terror. Ella tan sólo se miraba el pecho con mi brazo saliendo de él. Levantó la vista y me sonrió. Tomó mi brazo y lo sacó de la camisa, luego lo volvió a jalar hacia ella hasta que esta vez, sentí su piel. Aún no podía moverme. Repentinamente reaccioné y por acto reflejo la empujé lejos de mí, retrocedía un paso y una piedra detrás de mí me hizo tropezar y caer. Volteé el rostro y me levanté para empezar a correr en dirección opuesta a ella, pero apenas estaba de pié su rostro y penetrante mirada me paralizó la mente nuevamente. Estaba frente a mí una vez más. Rió un poco.
- Me diviertes Jorge, ¿Quién iba a pensar que serías tan divertido? No has manchado tu pantalón ¿Verdad? El último lo hizo, me disgustó tanto que le saqué el corazón y se lo hice comer, fue algo muy desagradable, te lo aseguro, pero no te preocupes, tú me agradas, de hecho, te diré el secreto de esto. Tú me haces el amor, si me satisface, te dejo libre, si no, tendrás que morir.
- P-pero, yo no… nunca… no me…
- Ah por favor, Jorge, yo sé que tú nunca lo has hecho, pero también sé que podrías ser bueno, si te esfuerzas, eso es lo que yo busco, gente buena haciéndolo. Los experimentados son una basura ¿Sabes?, todo es técnica, experiencia, no lo hacen con soltura, sólo buscan venirse sin dejarte deseando nunca haberte metido a la cama con ellos, eso no es lo que necesito, necesito un alma que se entregue…
- N-Ni siquiera puedo hablar bien, ¿por qué yo?
- ¿Por que no?
- ¿Y si fallo?
- Mueres, pero tengo fe en ti, Jorge
Su frialdad no hacía las cosas más fáciles. No podía pensar demasiado bien, de hecho no podía pensar, quería salir de ahí inmediatamente, no había forma de que pudiera coordinar mis movimientos si ni siquiera podía hablar fluidamente. Sin embargo no podía ir a ningún lado. La joven se acercó a mí y me sopló al rostro. Una cálida brisa me rozó la piel, era algo muy especial, nunca lo había sentido, me calmó.
- ¿Me ayudarás?
La joven sonrió. La lujuria asomaba por sus ojos como nunca antes.
- Me llamo Niza, Jorge, y me parece que hay algo que te puede ayudar mucho.
Niza se llevó la mano a la garganta y cerró los ojos. De su garganta brotó un tenue resplandor que iluminaba débilmente su mano. La luz venía de bajo su piel, era como agua luminosa, azul como el brillo de las estrellas. Me besó, y con su lengua, una tibia fibra de energía se abrió paso hacia mi garganta, bajó hasta mi estómago, y entonces, se dispersó hacia todas las partes de mi cuerpo, se abrió paso hacia mi cerebro con inmediata velocidad e instantáneamente sentí un toque que me hizo estremecerme, fue como un chispazo de electricidad que me sacudió. Mi mente comenzó a sentir una indescriptible felicidad y bienestar, como la que causa el opio una vez asimilado. Mi nerviosismo se esfumó en una exhalación y mis sentidos se agudizaron de forma muy extraña, comencé a sentir calor, oír tonadas difusas, ver colores en la obscuridad. Me quedé atónito ante el suave espectáculo, hasta que pasados unos minutos, las distorsiones en mis sentidos se atenuaron y Niza me miró fijamente a los ojos.
Me acerqué a ella y la besé largamente. Le quité la camisa con suaves movimientos mientras mis dedos recorrían tocando levemente su hombro y espalda, hasta que la había despojado completamente de la camisa y la dejé caer al suelo, la abracé fuertemente y ella relajó sus piernas, la posé delicadamente en el pasto del suelo del parque. Ella arqueó la espalda en total excitación. Comencé a besarle la piel del pecho, los senos, el cuello, su blanca piel se sentía suave como la seda, no estaba seguro si así había sido la primera vez o si era producto de la droga que me había dado, pero no había tocado algo tan terso nunca antes. Gemía, no hacía nada para corresponder mis caricias, se llevó las manos detrás de la cabeza y cerró los ojos, tan sólo se dejaba hacer el amor. Le quité la ropa interior restante mas aún tenía la falda roja. Comencé a entrar. Ella gemía con más fuerza ahora, miré su rostro y me di cuenta repentinamente de que sus ojos se habían tornado completamente negros, sin pupilas o iris, tan sólo canicas de vidrio obscuras; de haber estado en mis cinco sentidos habría gritado tan fuerte que le hubiera lastimado los oídos, pero estaba algo lejos de estar en mis cinco sentidos, una extraña excitación me recorría el cuerpo, como si toda su lujuria se irradiara como luz, percibía afrodisiacos perfumes y tenía en la boca un extraño sabor a vainilla natural. Cerré los ojos y continué, hirviendo más en mi propio placer que en su locura, ambos suspirábamos muy agitadamente, hasta que ella comenzó a elevar su tono de voz y por fin, se retorció en un orgasmo prolongado y enérgico que la hizo grita. Quedó ahí, acostada por un momento más, con los ojos cerrados y la respiración irregular, conmigo aún dentro. Volteó la cara y me miró fijamente, con sus ojos negros como la obscuridad sobre nosotros.
- Mmmh, Jorge...
- ¿Qué pasas?
- ¡Tienes un nombre horrible!, Tan común y monótono.
Reí quedito, una especie de fantasma me estaba criticando el nombre con mi miembro aún dentro de ella.
- ¿Dime, alguna vez has querido ser mujer Jorge? Conozco muy buenos nombres de mujer pero no se me ocurre ninguno bueno para un hombre.
- ¿Qué fue lo que me diste?
- Mmmhh, ¿te gustó? Es mi especialidad, no es algo que encuentres en cualquier lado.
- ¿Qué era?
- Era locura, mi querido Jorge, demencia pura, las cosas dejaron de tener sentido ¿Cierto? O mas bien, dejaron de no tener sentido. – Rió burlonamente
- Quiero más Niza
- Ohh, pides, no serías capaz de pedir de no estar bajo los efectos de la locura. No, no puedo darte más, no por ti, es que se me quemó toda en el orgasmo.
- ¡Quiero más!
Ésta vez Niza rió más enérgicamente, se movió un poco y se separó de mí. Se levantó con tan sólo la falda roja cubriendo su cuerpo y caminó unos pasos hacia la calle.
- No te vallas, por favor, dame más locura Niza
- ¿Por qué la quieres tanto?, No es adictiva.
- Me hizo sentir algo que no había sentido hace mucho tiempo, tal vez nunca.
- ¿Vainilla natural?
- ¡Felicidad! – Niza me miró por un momento
- ¿Es por eso que viniste aquí?
Me quedé callado. En realidad no había considerado esa posibilidad, y de hecho, no sabía por qué le gritaba a un ser tal vez producto de una locura anterior a la que ella me había dado cuando en un principio me había amenazado con matarme. Supongo que estaba loco. Pero algo había cambiado, Niza ya no se mostraba sobrepotente o autoritaria y agresiva... más bien, reflejaba inmensa soledad.
- ¿Me darás más si es así?
- Por supuesto que no, pero deberías pensar al respecto. He quedado muy satisfecha Jorge, no voy a matarte, ¿Recuerdas?
- ¿Qué gano con eso?
- No lo sé ni me interesa.
Niza comenzó a irse del lugar. Yo tan sólo me preguntaba si no estaba loco ya, loco permanentemente. Una persona a la que le había atravesado el seno como si fuera humo ahora se alejaba con la cadera cubierta con una falda roja y tal vez un tenue olor a mí, y yo sentía que se me iba la vida.
- ¿Puedo ir contigo?
- ¿Adónde?
- No lo sé, ¿Adónde vas tú?
Niza se detuvo, y miró fijamente a la calle. Al cabo de un rato bajó la cabeza.
- ¿Quién eres Niza?
- Soy una persona sola
- ¿Eres una persona?
No contestó.
- Supongo que eso ya no importa para ninguno de los dos, ¿Cierto? – Dijo al fin.
- No, supongo que no.
Los efectos de la energía azul se terminaban de disipar.
- Hay algo que sí te puedo decir Jorge. La soledad te mata, no tiene solución más que en la locura y en una sola persona. Yo no seré responsable de que dejes de buscar a esa persona.
- ¿Y a ti qué más te da?
- Estoy más vacía que tu cabeza y más loca que tus fantasías Jorge, así que no te preocupes por mis razones. – Pensé por un momento más
- ¿Qué eres? – Niza aún me daba la espalda
- Un recuerdo – Se quitó la falda roja, y se fue.
El mío en especial. Niza se fue del parque, desnuda y sola. Su piel blanca y sus ojos azules, fríos y penetrantes, aún me visitan por las noches en locos sueños de esperanza, sueños en los que hacemos el amor como la primera vez y terminamos estando solos como siempre.