Shiroi yasumi no basho

Blanco lugar de descanso: Sección de cuentos y sueños. No todos son míos por cierto.

domingo, septiembre 17, 2000

Desierto

Los rayos del sol se abrían paso entre los cerros, alargando sus sombras hasta vencerlas y cubrirlo todo con su luz. Eventualmente, los rayos alcanzaron mi rostro, golpeándolo con abrazadora intensidad, hasta que desperté con molestia de mi sueño. Era muy temprano por la mañana, y realmente me sentía con muy pocas ganas de levantarme e ir a la escuela a que se me recordara cuan mediocre había sido los últimos meses... bueno, años, en cuanto a mi desempeño académico y todo lo demás. Repentinamente, salí de mi análisis de la situación del día, para darme cuenta de que mi cama se sentía algo rara, como si tuviera mucha arena encima... ¿Arena?
Me levanté rápidamente. Estaba acostados sobre arena, fina y amarillenta, perfectamente uniforme. Miré a mi alrededor con envolvedora sorpresa, había arena en todas partes, era un escenario de arena hasta donde alcanzaba la vista, la arena se amontonaba en ciertas partes para faltar en otras, creando accidentes y dunas. ¿Dunas? Desierto. Estaba en un desierto, a la mitad de un desierto, extensiones kilométricas de arena implacable, un gigantesco arenero caracterizado por estar caliente y muerto. Pero ¿cómo rayos había yo llegado a éste lugar? La arena se pegaba a las partes de mi cuerpo descubiertas al sol, que ya empezaban a resentir la falta de protección a la radiación y el aumento acelerado de la temperatura, liberando agua con soltura. O sea que sudaba... y mucho.
- ¡Mierda!
¿Qué diablos era todo esto? Era bastante evidente la respuesta a mi pregunta, pero eso por supuesto no contestaba nada. ¿Dónde rayos estaría? Mi conocimiento de los desiertos era en esencia limitado, podía suponer que era el desierto del Sahara por decir algo, pues podía estar en cualquier desierto del mundo y no habría forma de diferenciarlos hasta ver a alguien... pero eso es precisamente lo que uno no encuentra en un desierto: gente. En ese momento recordé el hecho de que por lo general, se llega a algún lugar de alguna forma, y en el especial caso del desierto y cualquier superficie nevada, si se llega caminando se deja huella; así que a menos que me hayan tirado de una avión, debería haber algún rastro de a huellas sobre la arena a mi alrededor. Inmediatamente mi vista bajó al suelo y comencé a escudriñar alrededor de mí en busca de pisadas. Efectivamente, había un tenue rastro de pisadas humanas que iba o venía hasta donde estaba; dicha hilera de marcas se perdía tras las dunas en dirección contraria al sol, y como es sensato, las seguí inmediatamente. Tan sólo me fue necesario subir una empinada duna cuando vi el origen de las huellas que me señalaban como tesoro del mapa pirata. Una extraña estructura yacía a mitad del desierto tan abandonada como yo y bajo ella la arena brillaba en un extraño color azul, como teñida con jarabe artificial de menta. Inmediatamente corría duna abajo hasta acercarme al área azulada que rodeaba lo que más bien parecía ser un accidente industrial. La estructura frente a mí había tenido evidentemente una forma distinta a la actual, era de un material parecido al plástico o la fibra de vidrio, pero estaba llena de abolladuras y rasgaduras. Me resultó evidente que había llegado a éste lugar en dicho descompuesto artefacto, y ya que no había más huellas detrás del mismo ni a su alrededor, supuse también, que dicho artefacto solía volar a alguna altura. En cualquier caso todavía quedaba el misterio del líquido azul que cubría una área considerable. Sin mucha consciencia (eso es algo en lo que reparo hasta ahora) caminé sobre el líquido tan sólo procurando no manchar demasiado mis zapatos y me acerqué al