Shiroi yasumi no basho

Blanco lugar de descanso: Sección de cuentos y sueños. No todos son míos por cierto.

domingo, julio 09, 2000

La novia

Corrió con toda su fuerza, con intransigencia corriéndole por las venas. Corrió por entre las calles con el atestado y rebosante tráfico de los martes en la tarde, los niños en los autos de las madres que los recogían de la escuela, los empleados que debían llegar a comer antes de que se terminara su tiempo para hacerlo y tuvieran que llegar de nuevo a sus martirizantes y frustrantes trabajos, y por supuesto, los ruteros que van “quemados” una media hora, todos hirviendo en su propia euforia y su propia apatía, ninguna comparado con la que Rogelio quemaba para correr con tal velocidad. Rogelio corría no con fuerza humana, sino infernal, no con resistencia corporal sino espiritual, con los ojos rabiosos y el alma llevada de las orejas por el cólera. A Rogelio le fluían las lágrimas como humo a los carros, mentiras a los políticos de los anuncios electorales. Corrió por Río Pánuco, por Hidalgo y llegó a Revolución, bajó a la Avenida Guerrero y siguió corriendo hasta Flores Magón ahí se detuvo por un momento y comenzó a mirar a todo su alrededor con la mirada empañada en llanto salado y venenoso, moqueaba como niño pequeño y hasta empezó a entrecortársele la respiración... Sin embargo se mantuvo apacible un momento, parado ahí en la Esquina de Flores Magón y Carranza, viendo pasar los coches, las madres con sus niños los empleados sin futuro, los ruteros sin timepo, la vida sin sentido. De repente se le acercó un muchacho de su misam edad con una de esas ridículas gorras negras cubriéndole la rapada cabeza.
- Rogelio
Rogelio reconoció la voz de su amigo Carlos inmediatamente, inmediatamente giró el rostro en sentido contrario para que Carlos no se diera cuanta que lloraba como muchacha de telenovela e intentó pensar en como salir del apuro. Demasiado tarde.
- No mames Rogelio, ¿Estás llorando?
Rogelio contuvo una irónica risa, “no güey, me entró un vidrio al ojo y por eso lo tengo tan rojo, hinchado y lloroso” pensó con sarcasmo.
- No guey... es que el humo del cigarro... – “qué mamada le acabo de inventar”.
- ¡Si güey!- replicó burlón Carlos- No hay pedo güey, ya supe lo de Violeta, no te--
- ¿Y a ti que te importa lo que haya pasado entre Violeta y yo metiche?
Rogelio miró a Carlos fijamente a los ojos, ahora su ira se enfocaba, se canalizaba y concentraba.
- A ti siempre te gustó cabrón, no te hagas, hasta diría que estás feliz...
- No digas mamadas Rogelio, esa vieja se puede ir a la chingada, vente güey, vamos a chupar.
- ¡Qué chupe ni qué mis huevos, tú siempre quisiste con ella puto, ahora a ver si eres hombre como para defenderte!
Rogelio le tiró un golpe a Carlos que le volteó la cabeza y lo hizo perder el equilibrio. Carlos cayó en el pasto del camellón.
- Puta madre Rogelio, estás bien loco, yo no quería con tu vieja, ella te dejó porque eres un pendejo y porque la neta nunca la quisiste. Te va a doler que te lo diga, pero tú te hiciste una imagen de ella que no era ella en realidad, ahora no hubo forma de combinar ambas, pues te chingas, fue tu culpa y la verdad si ahora viene un pinche ebrio y se la liga, pues lo siento por ti, pero eso ya no te incumbe. No estás enojado conmigo ni con ella, te emputaste contigo mismo...
Carlos se levantó con la mano en la mandíbula. Rogelio lo miró con el ceño fruncido y las facciones descompuestas, no pensaba ni al 2% de su capacidad, no veía mas que su propio odio, no oía más que sus propios gritos iracundos.
- ¡Chingas a tu madre Rogelio!
- Si güey, lo que tú quieras, no cambia nada, pero yo me largo antes de que te pongas más loco o más pendejo.
Carlos cruzó la calle y desapareció tras la esquina contraria, llevándose consigo los últimos pedazos de mentira que Rogelio se había dado. “Pues vete, me vale” pensó al tiempo que se sentaba en el camellón, se llevaba las manos al rostro y soltaba su llanto nuevamente.
El sol comenzaba a ocultarse tras las grúas de construcción del hotel Cardenales. Rogelio comenzaba a ocultarse tras su sombría mirada perdida en el pasar de la nada, el cambiar del semáforo, las hormigas que acarreaban pedazos de Sabritas de la banqueta. Llegaron los vendedores de banderitas mexicanas para el vidrio del coche y se fueron, así mismo un tipo flaco de pelo largo negro y maltratado que puso un costal lleno de vidrios en la calle, y se revolcó en él hasta juntar más o menos 50 pesos. Pero Rogelio no juntaba mas que sed y polvo en los zapatos, además de una rara mucosa negra que se junta en el fondo del alma cuando pensamos en los enredos más sádicos del amor. Por ratos, Rogelio lloraba otra vez, en medio de Flores Magón y con la ropa llena con sus lágrimas y penas. Pero él ya no veía la vida sino como humo que se dispersa con sucios patrones en el aire antes limpio. La gente de los carros y autobuses lo miraba con extrañes, como si no fuera humano llorar, o no estuviera permitido en la ley federal de tránsito y vialidad sentirse “de la rechingada”. La gente lo miraba al pasar, se distraía de su propia pesadez y malhumor por un momento para deleitarse curioseando en su mente la imagen del chavo que lloraba como alma en pena sentado en el camellón de la avenida. Repentinamente, se sentó a lado de Rogelio, una muchacha un poco mayor que él. Miraba indiferente a la calle como si después de todo se hubiera sentado ahí para poderla ver mejor. Rogelio, volteó por un breve momento pero volvió rápidamente a su encierro mental.
- Rogelio...
- ¿Qué quieres Carmen? – Rogelio sonaba frío como la noche que se les venía encima.
- Violeta es una pendeja –
No dijo nada. Después de un momento se rió un poco.
- ¿De veras?- dijo con una sutil sonrisa dibujada en el rostro.
- De veras –
- ¿Y si yo tuve la culpa? –
- Ni eso ni nadie se lo va a quitar, niño – Carmen seguía mirando a la calle
Rogelio rió un poco nuevamente.
- Carlos dice que me hice una imagen falsa de ella...
- Carlos está diciendo pura mamamda.
Rogelio se secó una última lágrima impertinente.
- ¿Y tú qué crees?
Carmen no contestó. Bajó la mirada y notó que unas hormigas acarreaban pedazos de Pizzerola.
- Bueno Roge, ¿Tu qué piensas de Violeta?
Rogelio lo meditó un poco.
- Pues... Es muy bonita... no, es la vieja más hermosa que conozco... es muy inteligente, y es buenísima onda... y muy linda...
- ¿Tú crees que ella está tan guapa realmente?
Rogelio se quedó pensando.
- ... Pues... no sé, yo siento que sí...
- No es tan, tan inteligente... y pues es linda... no mucho, pero tiene lo suyo...
- Entoces es cierto... me hice una imagen falsa de ella...
- No, Roge... bueno sí, pero ese no es el problema... ¿Sabías que a ella no le gusta el Basket?
- Sí... ¿Y luego?
- Pues que a ti te encanta ¿no?
- ... Pues si, algo...
- Ah y además le encanta bailar.
- Sí, eso sí que lo sé.
- Bueno pero a ti te caen mal las personas así...
Rogelio se quedó sin habla.
- Es más, pa’ mi que Violeta... pues no es tu tipo.
Rogelio lo pensaba detenidamente.
- ¿Sabes por qué te gusta tanto? , Cuando en realidad no comparten muchas cosas, y pues ni siquiera deberían llevarse bien... se llama amor Roge.
A Roge ya no le sonó a nada.
- ¿Amor?
- Si mi querido Roge, AMOR. Es una cosa muy rara que sucede sin razón aparente, pero una vez que lo tienes encima es muy difícil zafarte.
Carmen lo miró.
- A mi me gusta el Baskte, jugamos, seguido, y no soy nada fresita, como Violeta.
- Pues sí, por eso me caes bien...
- Si pero si el amor se trata de eso, ¿Por que te enamoras de Violeta que es una niña toda empalagosa y no de mí que te caigo tan bien?
- ... pero sí tenemos cosas en común...
- Si Roge, pero compara....
Roge divagaba, todo tenía sentido de una forma muy rara.
- ¿Bueno y luego?
Carmen bajó la mirada.
- Pues... luego... luego zafarte va a estar de la chingada.
Rogelio se impacientó.
- ¿Y ya? Carmen no me ayuda en nada eso, puta, pues que estoy enamorado... ¿y luego?
- Bueno Roge, para empezar no hay ninguna buena razón por la cual cortar... o sea, tu no te has hecho una imagen falsa de la Violeta, es que metiste un chingo a su propia imagen, para ti ella es todo y lo mejor en todo... Lo que ella teme es que no sea ella en quién estás realmente interesado, sino una persona ahí, que no existe... pero la verdad es que tu la amas.
Rogelio empezaba a entender.
- Tengo que hablar con ella.
Rogelio se levantó de un salto y miró a su alrededor. Se echó a correr una vez mas.