Shiroi yasumi no basho

Blanco lugar de descanso: Sección de cuentos y sueños. No todos son míos por cierto.

viernes, agosto 25, 2000

Una cálida mañana de Noviembre (incompleto)

Repentinamente, abrí los ojos, en un principio no me di cuenta, tenía tantas ganas de despertar como tenía de levantarme, era una de esas mañanas, cálidas y soñolientas, no hay ganas de hacer nada. Tan sólo me quedé viendo fijamente al techo, ese techo al que le había dicho todos mis secretos, toda mi vida, cuando por primera vez desperté con la pesadilla de Adi, la niña de mis sueños en un principio, pero luego la fuente de tantas noches de insomnio, era una mujer que me perseguía con más insistencia de lo que podría haber imaginado, todas las noches ahí, detrás mío, persiguiéndome con un cuchillo, en realidad ni siquiera corría, sólo yo corría; por toda la casa, la mansión tan anónima y a la vez tan conocida, cada noche despertaba pensando que sabía suficiente de aquella prisión de terror como para ser capaz de escapar a la noche siguiente, pero no en ésta casa, no lo permitía, siempre crecía, cada vez había un pasillo nuevo, un pasillo distinto, alguna parte que ya había olvidado, y siempre estaba ella ahí, en la esquina, en el rincón, en la parte superior de las escaleras, detrás mío, con su cuchillo, con su vestido rojo, con su piel blanca, con su cabello rojo como el fuego, riendo. Tenía que hacer algo, tan sólo nunca moría, siempre acababa el sueño antes de que pudiera morir, ella lo hacía tan tardado que nunca tenía tiempo de ser acuchillado, pero siempre había tiempo de volver a empezar, en algún rincón de la casa aparecería, y era tiempo de correr una vez más. ¿Cuándo se cansaría? No había forma de saberlo.
Repentinamente tuve una idea. Tenía la sensación de que había algo que se podía hacer por fin, era evidente que el edificio nunca me dejaría llegar a algún lugar que no fuera él mismo. Tal vez sí… Cerré los ojos, intenté imaginarme yo, nuevamente en la casa, el cuarto, las habitaciones, los pasillos, Adi. Repentinamente estaba ahí, en el rincón de siempre, de donde todo empezaba una y otra vez. Miré a mi alrededor.
- Hola
Reconocía esa voz, era ella, podía sentir su felicidad de verme en cada letra de sus palabras, le había dado el gusto de volver a empezar el juego antes de lo previsto. Sin embargo, me sentía muy distinto esta vez, era algo que yo había empezado, tenía control, no como antes, cuándo corría sin sentido, sin dirección, sabiendo a dónde iba pero no sabiendo por qué. Esta vez iba con sentido. Lo primero que vino a mi mente fue: Muerte a la dama.
Comencé el juego, corrí, corrí por todos los salones, sin detenerme por un sólo momento,